Durante la meditación no tratamos de dejar de pensar o de suprimir los pensamientos. Que surjan pensamientos es parte de la meditación. En la meditación notamos que esos pensamientos han aparecido y llevamos la atención a la respiración (o al objeto elegido) una y otra vez, con paciencia y amabilidad. Lo que sí ocurre es que el pensamiento, y la mente en general, tienden a calmarse al focalizar en la respiración (o en otros objetos apropiados). Frecuentemente, cuando comenzamos a tomar conciencia de nuestra vida mental lo primero que notamos no es precisamente calma, sino que nos damos cuenta del torbellino de la mente, de la fuerza o de la magnitud de ese torrente de pensamientos, imágenes, y sensaciones. Normalmente, no se debe a que la meditación haya provocado ese torbellino o haya incrementado la fuerza o el caudal de de ese torrente de pensamientos y emociones, lo que ocurre es que estamos tomando conciencia, dándonos cuenta, de algo que ya estaba ahí pero que nos pasaba, en mayor o menor medida, desapercibido al no prestrarle (suficiente) atención.
Cuanto practicamos la unión de la mente y el cuerpo, de la vida y la conciencia, a través de la respiración, ejercitamos la capacidad de soltar el pensamiento, pero también podemos dejar que el pensamiento surja y fluya libremente, ejercitando la capacidad de observar el pensamiento, así como cualquier contenido de la conciencia [Cf. samatha/vipassana].
OBSERVAR LOS PENSAMIENTOS
De manera automática nos
identificamos con nuestros pensamientos: “Nuestros pensamientos son lo que
NOSOTROS pensamos”. Lo que pensamos sobre un acontecimiento, o sobre una
persona, sobre nosotros mismos, o sobre el mundo en general. Y estamos
dispuesto a definirnos por nuestros pensamientos, a definir nuestras relaciones
con los demás y con el mundo por nuestros pensamientos, e incluso a discutir o
a pepear por nuestros pensamientos. A veces, tenemos incluso la tendencia a
imponerlos, a imponerlos a la realidad o imponerlos a los demás para que
piensen como nosotros. En este sentido, suelo decir que “tener razón está
sobrevalorado”, sobre todo cuando “tener razón” tiene más que ver con el “ego” y
con alguna forma de poder que con la búsqueda del bien y de la verdad.
Pero nuestros
pensamientos son solo pensamientos. Es decir, acontecimientos mentales que
pueden depender de una multitud de factores, que no tienen porqué reflejar
adecuadamente la realidad, y que tampoco tienen porqué definir lo que somos,
como si intentáramos pasar por un embudo demasiado estrecho. Yo no soy mis
pensamientos. Ni los niego ni los rechazo, pero no me identifico con ellos. Los
observo, para aprender y conocer el funcionamiento de mi mente, los observo con
ecuanimidad compasiva (aceptación). A veces, los suelto, o simplemente dejo que pasen por el
espacio de mi conciencia. Sé -soy consciente de- que observo “mis” pensamientos (o más bien “los” pensamientos, porque permito que el
“mi” se afloje y se abra).
Considerar los pensamientos como meros eventos mentales implica tomar cierta distancia con respecto a ellos, incluso a veces no tomarlos en serio, pero no significa que los pensamientos pierdan por completo su capacidad de resultar útiles para resolver problemas. Por el contrario, es una vía para aprender a usar esta capacidad de los pensamientos de una manera más eficiente.
PROCESO VS. CONTENIDO
Harvey B. Aronson plantea la cuestión del siguiente modo: ¿Perseguimos los objetivos de desarrollar la concentración y comprender los procesos de nuestra mente o bien buscamos los detalles del contenido de nuestra experiencia? Según este autor, la primera opción sería la que corresponde a las instrucciones budistas tradicionales, mientras que la segunda estaría más en consonancia con nuestro valor cultural (occidental) de conocerse a sí mismo (Buddhist Practice on Western Ground, p. 45).
Tras un informado análisis, el autor concluye que ambas aproximaciones pueden ser útiles, sin embargo, recomienda decidir cuál de ellas vamos a utilizar antes de "sentarnos" (hablamos de meditación formal en este caso) y tratar de mantenerla en la medida de lo posible.
En mi opinión, es preferible desarrollar en primer lugar la capacidad de observar los procesos, así como las técnicas de desidentificación, y, posteriormente, introducir la opción de los contenidos.
LOS PENSAMIENTOS COMO SÍNTOMAS
En MBCT se propone considerar los pensamientos automáticos/negativos como síntomas de la depresión. Desde una perspectiva más amplia ("pensamientos comunes que nos asaltan cuando nos sentimos alterados, estresados, infelices o agotados"), Mark Williams escribe:
"Tomar conciencia de que esos pensamientos son síntomas de estrés y agotamiento, no hechos ciertos, te permite tomar distancia. Y de este modo dispones del espacio necesario para decidir si te los tomas en serio o no" (Mindfulness, p. 138).