Alfredo Martinez Sanchez

©Alfredo Martinez Sanchez (2017-2023)

lunes, 4 de julio de 2022

ESTRÉS Y MEDITACIÓN

 

Entre los beneficios de la meditación uno de los más mencionados es probablemente el impacto positivo que tiene sobre el estrés. El problema es que tanto la noción de meditación como, en menor medida, el concepto de estrés, pueden ser interpretados de diversas formas.

Una de las circunstancias que han contribuido a la visibilidad y a la relevancia de esta conexión entre meditación y estrés es el hecho de que uno de los factores más significativos en la popularización actual de la meditación ha sido el desarrollo y la expansión del programa MBSR (“Mindfulness Based Stress Reduction”. En su versión en castellano, REBAP: reducción del estrés basada en la atención plena), iniciado por Jon Kabat-Zinn en 1979 cuando creó la Clínica de Reducción del Estrés en la Universidad de Massachusetts. Tal y como indican tanto el nombre del programa como el nombre de la clínica, esta intervención puso el foco, al menos nominalmente, en la relación entre mindfulness y estrés.

Desde entonces han sido numerosos los estudios empíricos que han tratado de comprobar el efecto de la atención plena o mindfulness sobre el estrés, y puede afirmarse que, desde aquel momento, el crecimiento de la investigación científica acerca del mindfulness en general ha seguido un proceso exponencial. Esto no quiere decir que no hubiera precedentes, como el trabajo pionero de Daniel Goleman y G. E. Schwartz “Meditation as an intervention in stress reactivitypublicado en 1976, si bien aquella temprana aproximación adolecía de importantes limitaciones como el propio Goleman (junto a Richard Davidson) ha reconocido (Goleman y Davidson, 2017, pp. 60-64).

 

Hablar, sin más, del efecto de la meditación sobre el estrés es impreciso y puede dar lugar a confusiones, ya que el término “meditación” puede ser muy amplio, y distintos tipos de meditación pueden dar lugar a distintos efectos. Si concretamos más y nos limitamos a las prácticas conocidas como mindfulness, también enfrentamos algunos problemas ya que, por ejemplo, el programa MBSR implica distintos elementos (algunos tomados de la psicología occidental, otros de distintas tradiciones budistas, más un componente de yoga o de movimiento consciente). La relación entre la noción de meditación y el concepto de mindfulness es compleja. Aunque el propio concepto de mindfulness sigue siendo objeto de debate (v., por ejemplo, Gethin, 2011), se suele asumir que el mindfulness es una forma de meditación (con demasiada frecuencia se comete el error de identificar, sin mayor clarificación, mindfulness y meditación). En un sentido relativamente estrecho la meditación mindfulness vendría a coincidir con lo que Kabat-Zinn llama meditación formal, cuya esencia es la “meditación sedente”, inspirada o basada (este sería otro debate) en las prácticas meditativas budistas de shamatha y vipassana (v., Kabat-Zinn, 2016, pp. 104-115. Cf. Harvey, 2013, pp. 318-328 y 332-344). Sin embargo, su definición de mindfulness va más allá de la meditación formal: “mi definición operacional de mindfulness es la conciencia que surge al prestar una atención deliberada, en el momento presente y sin juzgar” (Kabat-Zinn, 2016, p. 23). La meditación formal contribuye de una manera crucial al surgimiento y a la formación de esta conciencia, es decir, al mindfulness, pero la noción de mindfulness es mucho más amplia (si bien, en el vocabulario del autor, los términos “meditación” y “mindfulness” a veces son intercambiables). En consonancia con esta concepción, cuando este autor considera los efectos del mindfulness sobre el estrés suele subrayar un fenómeno más amplio que la meditación formal: es lo que denomina “respuesta al estrés mediada por mindfulness” (Kabat-Zinn, 2016, p. 359). El factor específico que el mindfulness aporta a esta respuesta es la conciencia, una forma particular de conciencia: “La conciencia […] es el elemento crítico que nos ayuda a liberarnos de nuestras reacciones automáticas al estrés en aquellos momentos en que nos sentimos amenazados y nuestro primer impulso es el de huir o adoptar otro tipo de respuesta evasiva, como paralizarnos, escapar o agredir” (op., cit., p. 346). Fundamentalmente, se trata de una nueva forma de relacionarnos con los estresores basada en la conciencia. La idea clave de la propuesta de Kabat-Zinn se resume en el paso de la mera “reacción” a la “respuesta” consciente o, en otros términos, del automatismo a la conciencia. De manera que “El simple cambio que conduce de la reacción inconsciente al reconocimiento atento de lo que ocurre interna y externamente reduce el poder de la reacción al estrés y el efecto que tiene sobre nosotros” (p. 361).

 

Un ejemplo de la amplitud que el concepto de meditación puede llegar a tener lo encontramos en una publicación de la prestigiosa institución médica estadounidense “Clínica Mayo” con el título: “Meditación: Una manera simple y rápida de reducir el estrés”[1]. Sin hacer una clara distinción entre meditación y relajación, bajo el epígrafe “Tipos de Meditación” incluyen, entre otras prácticas, las visualizaciones, la meditación con mantras, el yoga y el TaiChi. En cuanto a las “Maneras Diarias de Practicar la Meditación”, además de, por ejemplo, respirar profundamente y repetir un mantra, incluyen también rezar y leer reflexionando sobre lo leído.

 

Sin llegar a los extremos de la Clínica Mayo es posible constatar que el término “meditación” se ha aplicado a distintos tipos de prácticas o de técnicas. ¿Pero, más allá de lo obvio, sabemos qué implican esas diferencias o hasta qué punto son relevantes?

Entre los autores que han subrayado la importancia de estas diferencias se encuentran los ya mencionados Goleman y Davidson, incidiendo en que el esclarecimiento conceptual y terminológico no es solo significativo en términos teóricos o filosóficos, sino que también es necesario con respecto a la investigación científica. Determinar con la mayor precisión posible qué tipo de práctica meditativa o qué componente o mecanismo de la misma se está estudiando redunda directamente en la calidad de la investigación.

Por ejemplo, Goleman y Davidson (2007) mencionan un estudio realizado en el Instituto Max Planck de Alemania en 2015 en el que se examinaron tres tipos diferentes de meditación: concentración en la respiración, bondad amorosa, y monitorización de pensamientos (sin dejarse llevar por ellos). Los investigadores encontraron que el primer tipo producía calma, lo que confirmaría la popular idea de que la meditación sirve para relajarse. Sin embargo, los otros dos tipos de meditación parecían contradecir esta creencia ya que no producían relajación, posiblemente debido al esfuerzo mental que requerían (op., cit, p. 68).

Goleman y Davidson (2007) señalan la importancia de distinguir, tanto para los investigadores como para los practicantes, entre los diferentes tipos y métodos de meditación (con sus correspondientes resultados), concluyendo que: “In sum, “meditation” is not a single activity but a wide range of practices, all acting in their own particular ways in the mind and brain (p.69) [“En suma, la 'meditación' no es una sola actividad sino una amplia gama de prácticas, todas actuando en sus propias formas particulares en la mente y el cerebro”].

                                                 REFERENCIAS

Goleman, D., y Davidson R. (2007). Altered Traits. Science Reveals How Meditation Changes Your Mind, Brain, and Body. Avery, New York.

Gethin, R. (2011). “On Some Definitions of Mindfulness”. Contemporary Buddhism, 12, nº 1, 263-279.

Harvey, P. (2013). An Introduction to Buddhism. Cambridge University Press, Cambridge.

Kabat-Zinn, J. (2016). Vivir con Plenitud las Crisis. Kairós, Barcelona.

WEB: Clínica Mayo: https://www.mayoclinic.org/es-es/tests-procedures/meditation/in-depth/meditation/art-20045858