Mediante la atención gestionamos lo que damos a nuestra mente (o a nuestro espíritu), es decir,
la atención determina, en gran medida, cómo nutrimos nuestra mente. Podemos seleccionar con qué la alimentamos
o con qué la envenenamos, o bien dejar que la atención sea únicamente
presa de los estímulos externos, muchos de ellos construidos con ese
objetivo: llamar o atraer nuestra atención para así "vendernos" algo
(tanto en sentido literal como figurado).
¿Qué ofrecemos a nuestra mente? ¿Qué miramos? ¿Qué escuchamos? ¿Qué tipo de palabras y de discurso -verbal o no verbal- permitimos que llegue a nuestra mente?
También, podemos seleccionar determinadas actividades, distinguiendo, entre aquellas que nos nutren y aquellas que nos empobrecen de alguna manera o cuyas propiedades no son las que deseamos "ingerir".
Otra manera de enfocar este tema se refleja en la pregunta ¿De qué modo regamos las semillas que hay en nuestro interior y qué semillas regamos? (v., el capítulo 9 de Plantando Semillas de Thich Nanh Hanh y la comunidad Plum Village).
NOTA: La expresión "espíritu", tal y como aquí la utilizo, no implica ningún compromiso ontológico o religioso.
-Sobre el tema de esta entrada es intersante considerar la noción de sesgo atencional (v., por ejemplo, The modification of attentional bias to emotional information: A review of the techniques, mechanisms, and relevance to emotional disorders).
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