Alfredo Martinez Sanchez

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sábado, 4 de abril de 2020

EMOCIONES: CULPA

 Aunque aquí me voy a centrar sobre todo en su aspecto emocional, la noción de culpa es particularmente compleja porque es mucho más que una emoción (por ejemplo, en su sentido jurídico). Además, está conectada con otros conceptos relevantes en el contexto de este blog, como son, entre otros, los de perdón y de autocompasión.

 

Hace algún tiempo recibí en un grupo de whatsapp relacionado con mindfulness en la educación el siguiente mensaje: 

"No pudiste hacer otra cosa, porque no la hiciste. Todo lo que hiciste en el pasado es perfecto de acuerdo al nivel de conciencia que tenías en aquel entonces. Si ahora lo puedes ver diferente, celebra tu toma de conciencia, pero no le des gusto al ego de controlarte con su arma más poderosa: la culpa". El texto venía atribuído a "Emily Balivet Arte y María Macías".

Desde el principio me produjo una reacción ambivalente. Por una parte, el mensaje parecía correcto y producía una sensación tranquilizadora, pero por otra parte, había algo que, incluso intiuitivamente en una primera lectura, no me terminaba de convencer. En general, este tipo de textos que circulan por las redes sociales suelen ser simplistas y superficiales, aunque contengan -lo que no siempre es el caso- algún elemtento de verdad o sabiduría.

 

De entrada, la frase evoca la cuestión filosófica de la libertad de la voluntad, y de su conexión con la responsabilidad moral. Por ejemplo, si no pudiste hacer otra cosa ¿hasta qué punto eres responsable del mal que causaste? Y cómo afecta esta actitud a tus acciones o decisiones presentes y futuras ¿también te exonera de cualquier responsabilidad?. Como mínimo, tiende a debilitar tu sentido de la responsabilidad.

Además, si no pudiste hacer otra cosa con respecto a lo malo o lo negativo (lo que puede generar culpa) tampoco pudiste con respecto a lo bueno ( lo que puede generar satisfacción, etc.).

Por otra parte, la frase inicial es una falacia, ¿no pudiste hacer otra cosa porque no la hiciste?. Como dice el profesor de derecho W. L. Wilbanks (citado por Carol Tarvis): "We mistakenly infer that people cannot exercise self-control because they do not exercise self-control" (p. 96).


En principio, la culpa es una emoción tan válida como cualquier otra. La cuestión relevante, como en el caso de muchas otras emociones (quizás de todas), es de grado y pertinencia.

 

Desde otro punto de vista, el profesor de psicología Tim Tomas señala en su libro "The Positive Power or Negative Emotions" que la culpa puede ayudarnos a ser mejores personas. Según este autor,

"Podemos pensar en la culpa como el homólogo de la ira. Ambas pueden ser emociones morales; la única diferencia es el objetivo. Mientras que la ira se dirige a los demás, cuando nos sentimos culpables, enfocamos la censura en nosotros mismos. Como se explicó anteriormente, la ira puede ser una respuesta moral a una situación de injusticia y puede ser un agente poderoso para corregir las iniquidades. Del mismo modo, si alguien acepta la responsabilidad de causar, mantener o contribuir a una mala acción, los resultados pueden ser muy beneficiosos. Y la mayoría de nosotros somos culpables de algo, de alguna manera, en algún momento. Ninguno de nosotros es perfecto, pero todos podemos esforzarnos por ser buenos, o al menos mejores de lo que somos. Este, entonces, es el valor de la culpa: como ocurre con la ira, puede formar parte de nuestra brújula moral. Es nuestro sentido intuitivo de las formas en las que nos hemos equivocado y, por tanto, es una fuente vital de información sobre la calidad de nuestras acciones pasadas. Desafortunadamente, a veces puede sentirse una culpa excesiva, o una culpa que no está justificada en absoluto. Pero la culpa apropiada, reconocida a través de la compasión y la autorreflexión, puede ser un acicate positivo, que nos impulse hacia la reparación, hacia la bondad" (p. 87).

[Texto original: "We can think of it [guilt -culpa-] as the counterpart to anger. Both can be moral emotions; the only difference is the target. Whereas anger is directed at others, when we feel guilty we focus the conmdenation on ourselves. As the previous explained, anger may be a moral response to an injust situation, and it can be powerful agent in correcting iniquities. Similarly, if someone accepts responsability for causing, upholding or otherwise contributing to a misdeed, the results can be highly beneficial. And most of us are guilty of sometning, in some way, at some time. None of us is perfect, but we can all strive to be good, or at least better than we are. This, then, is the value of guilt: as with anger, it can form part of our moral compass. It is our intiuitive sense of the ways in wich we have erred, and is thus a vital source of information about the quality of our past actions. Unfortunately, may sometimes feel excesive guilt, or guilt that is not warranted at all. But appropiate guilt, acknowledged trough compassionate and considered self-reflection, can be a possitive spur, prompting us towards redress, towards goodness" (p. 87)].


Al tratar del reconocimiento de los errores frente a la negación o justificación de los mismos, los psicólogos sociales Carol Tavris y Elliot Aronson realizan una serie de obervaciones que encuentro relevantes en el presente contexto. Por ejemplo: "Just as Odysseus [...] so we must find a path between the Scylla of blind self´-justification on one side and the Charybdis of merciless self-flagelation on the other. That middle course is more complex than letting ourservelves off the hook right away with a quick defense- "What else could I have done" [...] It is important to stay on the hook for a while, to suffer some anguish, confusion, and discomfort on the road to understanding what went wrong. Only then can we gain an appreciation of what we have to do to make it right" (p. 187).


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